Hoy os voy a hablar de la primera vez que fui voluntaria.
De mis niños. De Patricia, de Luis, de Samantha, de Saray, de Quique, de María, de Jose (que no José), de Adrián, de tantos otros nombres que no me acuerdo. De tantas horas en aquel local de la última planta de la iglesia de la calle Alta, en el barrio donde los edificios se caen de viejos y de rotos, en el barrio donde los niños salen drogadictos o prostitutas, en el barrio donde el tiempo se para.
Llegué por primera vez un día de noviembre, hacía frío y sólo me habían dicho que fuera a la parroquia y preguntara por María. No sabía dónde estaba la parroquia, ni siquiera conocía bien el barrio, hacía frío de verdad y no me atrevía a andar mucho tiempo por aquella zona a las horas que eran y con la poca luz que había. De pronto, vi salir de un portal a una niña, y se me ocurrió preguntarle. Se me quedó mirando, tenía unos rasgos raros, torció un poco la boca y me dijo que ella iba a Anjana, que podíamos ir juntas.
Anjana era el nombre del proyecto educativo de Cáritas en el barrio de la calle Alta, donde yo iba a hacer mi voluntariado de CAS, esa asignatura rara que yo tenía, y también es el nombre que se le da en Cantabria a una especie de hadas, de ninfas de los ríos y los estanques que habitan en los bosques.
Anduvimos un trecho en silencio. Le pregunté cómo se llamaba, me dijo que Patricia, que cuántos años tenía, y me dijo que dieciséis. Me quedé un poco extrañada, pensé que era una niña; yo, con mi metro cincuenta y uno, era una cabeza más alta que ella. Seguimos andando un rato, hasta que llegamos a una iglesia, enfrente del juzgado donde se casaron mis padres. Apenas recordaba haber estado un par de veces por allí.
Entramos en la iglesia, dimos a un patio, de ahí nos metimos por un callejón estrecho, tenía que ladearme para pasar sin rozarme con las paredes, llegamos a una puerta abierta, subimos una escalera entornada, de baldosa gris y sucia, hasta el último piso. Allí, un cartel enorme. Un dibujo de un hada y un título: Proyecto Anjana.
Patricia abrió la puerta, un estruendo se dejó oír al instante. Lo que parecía una manada de búfalos en estampida eran diez o doce niños, que se me quedaron mirando cuando entré en la estancia. Era una habitación grande, diáfana, con mesas aquí y allá, estanterías, un ordenador viejo al fondo, un billar de juguete, balones, juegos desperdigados por las mesas, libros y pinturas por doquier.
Pasé. Le pregunté a Patricia por María y me llevó hasta el final de la sala, donde había un cuartito más pequeño y un baño diminuto. María me saludó, me dijo que me pusiera cómoda y que me presentaba a todos.
Dos horas más tarde, salía exhausta de Anjana, los oídos me estallaban de gritos, de patadas, de peleas, de no quiero hacer los deberes, de tú quién eres, de juega conmigo, de ríñele a él, de este cuento es muy bonito, de me llamo tal o me llamo cual. Había escuchado diez o doce historias, una docena de niños con una situación familiar, económica, educativa y general penosa. Familias numerosas, padres alcohólicos, madres agotadas de hijos, becas gastadas en drogas, piojos, minusvalías físicas y psíquicas.
Y muy poco cariño.
Dos horas en Anjana bastaban para hacerte desear tirarte por un acantilado. Eso en el mejor de los casos. Pero la sensación que se te quedaba al bajar Ruamayor en dirección al mundo real era tan abismal que te preguntabas si no habrías vivido dos horas en una dimensión paralela. El amor que esos niños podían transmitir era casi palpable, inaudito para personitas tan maltratadas por la vida. Llegabas a tu casa sintiéndote tan afortunada y tan querida que casi deseabas que llegara el próximo día. Eh, eh, he dicho casi. Del todo no, aquello era sencillamente agotador, desgastaba cuerpo y alma.
A veces llorabas por ellos, por la ansiedad que crea enfrentarte a situaciones que no controlas, por el miedo a que un día aparezcan con otro moratón, a que otra vez no les dejen ir de excursión porque tienen que cuidar de un hermano pequeño, o ir al mercado a vender chatarra, o a que falten al colegio, o simplemente porque tienen que trabajar en una obra para vivir mientras tú estudias.
Ése era el caso de Jose, un chico de unos diecinueve años que ya no podía participar en el proyecto por ser mayor de dieciséis pero que venía todos los viernes a ver a María y a contarme sus aventuras amorosas. Jose no era nada más que un chico del Alisal (parte de Santander de las afueras, clase obrera, noches de bandas callejeras y droga) cuya ilusión en la vida era comprarse una moto, conseguir novia y que el jefe le subiera el sueldo. Jose trabajaba de albañil, de siete a tres, hasta que un día su madre murió. A los tres días, su padre también. Del día a la noche se quedó sin nada. Solamente una tía quiso quedarse con él, y recuerdo aquella tarde que vino a Anjana, que parecía tan entero, tan valiente que lo abracé y nos quedamos allí los dos llorando en mitad de la sala, María vino a sostenerme, los niños en corro con caras de no saber qué pasa, una tarde larguísima. No quise volver a Anjana, se me partía el alma, llegué a casa completamente destrozada. Pero volví. Por Jose y por los demás. Por Saray, mi princesa morena, por Luis, mi novio y prometido secreto de pelos de punta y cara traviesa, por mi otra princesa rubia, por las patadas del colombiano, por el enano de Quique (tres añitos) y por las partidas de cuatro en raya en las que Patricia (y todos) siempre me ganaban.
Recuerdo ahora aquellas tardes con nostalgia, aquel ventanal que daba a la Plaza de las Estaciones, RENFE y FEVE a un lado y la de buses al otro, luces de colores y semáforos, solíamos quedarnos allí mirando la vida y yo despedía que se inventasen historias. Era tan simple como eso el tenerlos calladitos y sin pelearse. O jugar al futbolín descachiripulado que nos habían regalado por Navidad, o a escondernos en el armario del baño mientras dos nos buscaban debajo de las mesas o detrás del ordenador.
Ilusiones perdidas en un mundo paralelo.
viernes, 21 de diciembre de 2007
Mis niños
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1 comentario:
wapa tenes un corazon en el pexo q no t entra.. eres enorme wapa...
ojala sigas asi sempre...
xo porfa no pierdas tus ilusiones, sigue luxando!!
;) bssssssssss
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