jueves, 21 de febrero de 2008

De cómo Alan llegó al pueblo

Era imposible que la hubieran encontrado, pero allí estaban. Le invadió el pánico y se quedó paralizada. Entonces, la vieron. Echó a correr, y sus perseguidores fueron detrás.
Ya los tenía muy cerca; debía correr más, pero sus piernas no respondían.¿Qué le pasaba? Sintió una mano que la agarraba y...

Alan se despertó sobresaltada. Se dio cuenta de que sólo había sido una pesadilla e intentó tranquilizarse. Habían pasado dos años desde la huída sin que pasara nada, pero todavía temía que dieran con ella..
Apartó sus temores, y como el alba estaba cerca, decidió continuar el camino. Silbó, y Horus apareció de entre las ramas de los árboles. Cogió la bolsa y se puso en marcha.
Tenía que llegar ese mismo día a la ciudad de Enester, y le quedaban por delante unas cuantas horas de camino todavía. Maldijo a los últimos asaltadores con los que se topó, pues por su culpa se había quedado sin caballo, y ahora tardaría más.

Llevaba andado no mucho, cuando oyó a lo lejos un carro acercarse. Cuando estuvo cerca, vio que era una caravana de mercaderes. Decidió parar al último de ellos y preguntarle si la podía llevar, pues por ese camino, la única ruta era la de hacia Enester. El mercader no estaba muy convencido, pero en cuanto Alan sacó una generosa cantidad de dinero, accedió gustoso. El carro llevaba pollos, así que no era muy agradable, pero por lo menos llegaría antes. Llevaba unos días sin dormir apenas, porque en la montaña, con salteadores acechando, tenía que estar en guardia en todo momento; así que a pesar de los tumbos del carro y del olor de los pollos, consiguió dormirse.
Cuando despertó, ya estaban llegando a la ciudad. Una vez dentro, dio las gracias al mercader, y se bajó. Tener un halcón por compañía no era muy normal, así que como tenía que pasar desapercibida, soltó a Horus, que permanecería fuera hasta que ella saliera.

Enester era una ciudad grande y por el nombre de la taberna que la habían dado, no sería de fácil localización. En la plaza, vio a unos niños. Llamó a uno de ellos, le mostró una moneda y se la prometió si la conducía a la taberna. El niño la llevó por una serie de calles, a cada cual más tortuosa, y al final llegaron. Alan cumplió su palabra, y el niño se marchó corriendo.
El sitio en cuestión era un antro, lleno de gente muy pintoresca. Mientras llegaba su contacto, llamó al tabernero y le pidió algo para comer. Éste le trajo un cuenco de lentejas aguadas. Alan sonrió. Alania no se las hubiera comido por nada del mundo, pero Alan ya estaba acostumbrada; mejor eso que el estómago vacío. Justo cuando acababa, llegó el chico y le dio algo envuelto en un trapo. Alan lo cogió y miró a ver si era lo que buscaba. Lo era, así que pagó al chico, que se fue enseguida. Poco después, ella también salió del lugar. “Ahora sólo queda esperar al amanecer”, pensó.
Al día siguiente, antes de que el sol saliera, se dirigió a las puertas de la ciudad. Pero por el camino, un hombre la empujó hacia un callejón e intentó matarla. Alan lo reconoció: era uno de los hombres del que la había contratado para ese trabajo.
Consiguió librarse de él, y se dirigió a la plaza rápido. Allí vio a más de estos hombres. Parecía que el Señor T.(pues era así como se dio a conocer), al contrario de lo que dijo, quería el objeto a toda costa y no dejar pistas de que él lo tenía. Así que o escapaba, o la mataban.
En ese momento apareció el hombre del callejón y se reunió con lo otros, que se empezaron a movilizar para dar con ella. Tenía que salir de la ciudad ya. Se hizo con un caballo y salió a toda prisa, con Horus siguiéndola.

Cabalgó varios días de un lado a otro, y al final, para no dejar rastro, decidió dejar el caballo en un pequeño pueblo por el que pasó. A partir de ahí, fue andando.
Después de varios días caminando por prados, llegó a una población rodeada de bosques frondosos, y decidió esconderse allí.
Cuando se acercaba, pensando que podría descansar un poco. Vio a los hombres del Señor T. Lamentó haberse deshecho del caballo, pues ahora lo necesitaba. “En el pueblo tiene que haber alguno por narices”, se dijo, así que silvó a Horus, que permaneció alerta.
Llevaba dando vueltas un rato, cada vez más nerviosa, cuando de repente vio uno atado a la entrada de un edificio. Se acercó corriendo y cuando estuvo junto a él, se dio cuenta de que no era la única con la intención de llevarse el animal...

3 comentarios:

Zanahoria dijo...

Aaaa me gustó mucho!!

Tesse dijo...

De verdad? Bueno, pues me alegro...
A mí no me convencía mucho al principio...

Niah dijo...

ala...... so there....
m a gustao d verdad!!
a estado weno, todo en plan...
corre que t pillo, ;)
muy intrigante

bssssssssss