miércoles, 2 de abril de 2008

Llueve sobre París

Esto lo escribí un 6 de agosto de 2007, desde París, en la habitación de Mathilde.
El teclado no tenía ni eñes ni acentos normales, así que está escrito sin ellos. Y me da mucha pereza ponerme a corregirlo, así que así se queda.
Uno de los pocos relatos que he escrito y me gusta.

06 agosto
Llueve sobre Paris
Llueve sobre Paris. Lentamente.
Tambien llueve sobre el arbol de Mathilde, incansablemente, desde esta madrugada.
El patio no esta mal, es pequeno, pero aun asi es una isla dentro de la ciudad, un suspiro de vida verde entre cuatro paredes de hormigon. Es un patio solitario. Nadie se asoma al balcon, nadie abre las ventanas. Las casas sin cortinas parecen despobladas, fantasmales incluso en un dia de lluvia como hoy.
Nunca he sabido por que, pero la lluvia me agudiza los sentidos. No me pone triste, sino expectante, curiosa.
La lluvia es una forma de pereza.
Sin embargo, por las noches el patio parece cobrar vida por fin. Las luces se encienden, se oye el murmullo de las radios y televisiones hablando en frances, e incluso algun dormilon despistado mira un instante por una ventana diafana y sin cortinas.
Los bomberos no descansan. Suena su alarma a cualquier hora de la noche. Hoy ha sonado cerca de cinco veces. Es agotador. El zumbido, la sirena y de nuevo el silencio. Y asi siempre. Hoy por lo menos llueve.
El cielo se queja. Sobre las tres de la madrugada, un estampido sacudio el sosiego de la noche y el aguacero comenzo. Fue como un alivio, como si hubiera estado conteniendose durante dias hasta que uno de ellos explota.
Una voz rasga el silencio. No es comun que se oiga nada. Aqui la gente habla en murmullos, en bisbiseos que fluyen de esquina a esquina. Ni siquiera los pajaros se esfuerzan. Se oyen como amortiguados por la tormenta, por una vergüenza infantil e inocente.
Mas abajo, a la entrada de la calle, hay un mercadillo. Por las noches, todos los pobres de la zona se reunen en la esquina de la calle Saint Didier a compartir la cena. Desde la otra acera, la familia de chinos que regenta dos tiendas contiguas los mira en silencio. Anoche la escena fue curiosa. Cuando doblamos la esquina que une Saint Didier con la calle Mesnil, nos encontramos una postal poco comun. Como todas las noches, los mendigos estaban reunidos en las escaleras del mercado, todos juntos y apelotonados bajo una manta deshecha a pesar del calor sofocante que aun habia en el ambiente. Enfrente de ellos, un armatoste. Una television, pinchada al poste de electricidad de la calle. Una estampa que conmueve.

Ha dejado de llover. La magia se ha roto, la vida continua. Ya se oyen ajetreos y se huelen aromas lejanos, a pesar de que solo son las doce y media. Pero esto es Francia.
Los pajaros han vuelto tambien a la realidad, y han emigrado veloces hacia otros tejados.
El arbol de Mathilde seca sus hojas al viento, contoneando sus ramas al compas de la brisa.
Un avion cruza el cielo.
Silencio.

1 comentario:

Tesse dijo...

De verdad Zanahoria....No se cómo no te da vergüenza salir a la calle después de haber cometido tantas faltas ortográficas...de verdad....jajajaja

Que guay! mola mucho. está muy bien . ;)