¿Quién no echa de menos ser un niño?. Aquellas clases en el colegio que duraban una hora pero que a nuestros ojos duraban por lo menos una eternidad. Aquellos profesores que te decían que el estudio era importante, vital para llegar a ser aquello que nosotros deseábamos ser. Recuerdo aquel profesor de lengua que me decía que tenía que aprender a escribir mejor o a aquel tipo que nos hacía cantar el himno cuando te dormías en sus clases. Y luego el recreo. Si el recreo. Querido recreo en el que siempre alguno liaba alguna trastada o había alguna pelea (cosa muy normal en colegios sólo de tios). Recreo que durase media hora, una entera o 6, siempre resultaba insuficiente.
Se acaban las clases, suena la campana cargada de esesentimiento de libertad que le es, sin duda alguna, inherente. Los autobuses esperan. Ah no, que a mi me buscan mis padres. Bueno, pues a esperar. ¿por qué tardará siempre tanto?. Dios sabrá. Ya viene, ya puedo ver la Jeep Wagoneer del setenta-y-tantos que un día perteneció a mi abuelo. La columna de humo negro que sale de su tubo de escape unido a su singular pistoneo la hacen inconfundible. Abro la pesada puerta y subo. Siempre me he preguntado por qué huele, ha olido y olerá siempre a gasolina.
Mientras escribo aparece un gato entre la densa niebla que hace perfectamente visible los haces de los focos halógenos. Hacen tres grados en el banco en el que estoy sentado y la niebla no solo dificulta la vista sino que tambien moja. Me encanta. Vuelven los recuerdos, las añoranzas. Veo en mis cerrados ojos el patio de la casa en la que pasé buena parte de mi niñez. Aquel siempre soleado cuando no lluvioso patio. Y recuerdo mis maratonianas sesiones de television (previa realización de las sumas restas y demás deberes mandados por el profesor). Aquellos dibujos siempre estarán en mi memoria. Los Supersónicos, Los Picapiedras, Tiroloco McGraw y su amigo Pepe Trueno son sólo algunos de los personajes a los cuales va asociada mi niñez como el Día de San Crispín a la batalla de Aguincourt.
Dejo atrás los dibujos y me llega el olor a Navidad. El Sauer Kraut, el pernil asado, el puré de patatas. Empiezan a llegarme tambien los sonidos que iban indiscutiblemente unidos a la cena de Navidad: las discusiones entre mi madre y mi abuela (su suegra), el ruido de los petardos y las prohibiciones expresas a mi hermano y a mi de lanzar si quiera uno. El árbol cargado hasta arriba ycon regalos a sus pies tres días solamente: el 6 de diciembre (San Nicolás), el 25 de Diciembre (el Niño Jesús) y el 7 de enero (los Reyes Magos)
Mientras escribo oigo Bach. Vuelvo a recordar. Veo aquella orquesta formada por, al menos, un centenar de niños. Recuerdo aquellos profesores amantes de la música dirigiéndose a nosotros, a aquellos niños a los que tanto trabajo les había llevado disciplinar. Pienso en aquellas clases a las que hice ovillos para ir al aeródromo y reunirme con aquel viejo teniente amigo mío que me esnseñó a volar en aquella vieja avioneta, último recuerdo de una era aeronáutica ya olvidada. Recuerdo a aquel hombre que me llevó a aquellos cielos azules, cuando no grises que yo ansiaba tocar.
Mi madre solía decir: juventud divino tesoro que te vas para no volver y te hundes en el mar de nuestros recuerdos.
Y ahora yo me pregunto qúe me causa esta melancolía. ¿es el mero hecho de que añoro mi niñez?. ¿O es que acaso lo que añoro son los lugares en los que tuvieron lugar?. ¿Aquella patria que me vió nacer y a la que nunca más volveré?. Puede ser, no lo sé. Y si es así tendré que quedarme con el dicho latino "ubi bene, ibi patria" (donde se está bien, está la patria).
Se acaban las baterías del mp3. Se acabó la inspiración. Se acabron las palabras, por ahora.
Se acaban las clases, suena la campana cargada de esesentimiento de libertad que le es, sin duda alguna, inherente. Los autobuses esperan. Ah no, que a mi me buscan mis padres. Bueno, pues a esperar. ¿por qué tardará siempre tanto?. Dios sabrá. Ya viene, ya puedo ver la Jeep Wagoneer del setenta-y-tantos que un día perteneció a mi abuelo. La columna de humo negro que sale de su tubo de escape unido a su singular pistoneo la hacen inconfundible. Abro la pesada puerta y subo. Siempre me he preguntado por qué huele, ha olido y olerá siempre a gasolina.
Mientras escribo aparece un gato entre la densa niebla que hace perfectamente visible los haces de los focos halógenos. Hacen tres grados en el banco en el que estoy sentado y la niebla no solo dificulta la vista sino que tambien moja. Me encanta. Vuelven los recuerdos, las añoranzas. Veo en mis cerrados ojos el patio de la casa en la que pasé buena parte de mi niñez. Aquel siempre soleado cuando no lluvioso patio. Y recuerdo mis maratonianas sesiones de television (previa realización de las sumas restas y demás deberes mandados por el profesor). Aquellos dibujos siempre estarán en mi memoria. Los Supersónicos, Los Picapiedras, Tiroloco McGraw y su amigo Pepe Trueno son sólo algunos de los personajes a los cuales va asociada mi niñez como el Día de San Crispín a la batalla de Aguincourt.
Dejo atrás los dibujos y me llega el olor a Navidad. El Sauer Kraut, el pernil asado, el puré de patatas. Empiezan a llegarme tambien los sonidos que iban indiscutiblemente unidos a la cena de Navidad: las discusiones entre mi madre y mi abuela (su suegra), el ruido de los petardos y las prohibiciones expresas a mi hermano y a mi de lanzar si quiera uno. El árbol cargado hasta arriba ycon regalos a sus pies tres días solamente: el 6 de diciembre (San Nicolás), el 25 de Diciembre (el Niño Jesús) y el 7 de enero (los Reyes Magos)
Mientras escribo oigo Bach. Vuelvo a recordar. Veo aquella orquesta formada por, al menos, un centenar de niños. Recuerdo aquellos profesores amantes de la música dirigiéndose a nosotros, a aquellos niños a los que tanto trabajo les había llevado disciplinar. Pienso en aquellas clases a las que hice ovillos para ir al aeródromo y reunirme con aquel viejo teniente amigo mío que me esnseñó a volar en aquella vieja avioneta, último recuerdo de una era aeronáutica ya olvidada. Recuerdo a aquel hombre que me llevó a aquellos cielos azules, cuando no grises que yo ansiaba tocar.
Mi madre solía decir: juventud divino tesoro que te vas para no volver y te hundes en el mar de nuestros recuerdos.
Y ahora yo me pregunto qúe me causa esta melancolía. ¿es el mero hecho de que añoro mi niñez?. ¿O es que acaso lo que añoro son los lugares en los que tuvieron lugar?. ¿Aquella patria que me vió nacer y a la que nunca más volveré?. Puede ser, no lo sé. Y si es así tendré que quedarme con el dicho latino "ubi bene, ibi patria" (donde se está bien, está la patria).
Se acaban las baterías del mp3. Se acabó la inspiración. Se acabron las palabras, por ahora.
3 comentarios:
Qué bonito despertarse y leer esto. Debería estar ya desayunando, pero es que me he quedado con un nudo en la garganta tal que no soy capaz ni de pensar en lo que estoy escribiendo.
En serio, tu vida es como una película, nos toca de momento ser espectadores, pero poco a poco vamos convirtiéndonos en personajes, no sé si pasivos o activos, pero me gusta pensar que el día de mañana quizá me recuerdes en una de tus muchas anécdotas, nos recuerdes a todos, o quizá todos aparezcamos en el futuro de todos. Me gusta pensarlo.
Me gusta ver que todos tenemos nuestros momentos melancólicos (es un consuelo ver que hasta alguien que no parece dado a ello también tiene su coranzoncito), ya sea en un tren o en un banco bajo la niebla. Casi te podía ver, o no te podía ver, quiero decir, la niebla que yo veía era densa y mojaba.
Muchas de las cosas que cuentas no sólo te han ocurrido a ti (excepto lo de la Jeep Wagoneer, claro jajaja), o no pasan únicamente en colegios de chicos (si me hubieras visto a mí peleándome)... desgraciadamente yo no puedo decir que sé lo que es estar lejos de casa, porque cuatro horas en tren no son distancia en comparación con un océano. Ya no me acuerdo exactamente de la frase latina que empleabas, pero tenía toda la razón. De todas formas, no pierdas nunca esos recuerdos. Mi amigo Werner (el venezolano que iba para cura y se salió por la tangente al verle las orejas al lobo) siempre tuvo un no-sé-qué adentro, era imposible decir siquiera el nombre de su tierra delante de él, nunca quiso saber nada de lo que dejaba atrás. Sólo lloraba por la cara de su abuela, son esas cosas que no se remedian ni con todo el consuelo del mundo. Pero, al fin y al cabo, somos de donde queremos ser, y aún hoy me emociono al pasar por mi colegio, y ver esos queridos lugares donde estuve en mi niñez y también en la adolescencia, la plaza, la panadería, la Cámara prohibida, los balones que se iban al otro lado de la tapia, las manifestaciones, los premios, mi casa que fue y ya no es, la casa de la parroquia... seguiría, pero no puedo.
En fin, que darte las gracias. A veces el sentimiento más complicado puede expresarse con una palabra.
Pues no se que decirte, sólo que me gusta como escribes, que lo haces muy bien.
Si te digo la verdad, me gusta recordar cosas de cuando era niña, pero tanto como echar de menos aquéllo..no sé, es difícil de explicar...una cosa es recordar, y otra, añorar...supongo que cuando esté lejos de aquí sí que añoraré...jajaja
en cuanto a la navidad...me encanta la navidad!!!yo creo que es porque veo a los que no veo durante todo el año porque están tan lejos... bueno, que se me va la pinza...me largo a comer. bye
joder Yirko mas exo llorar... q boito...
mientras lo leia an pasado x mi mente un monton d imagenes d kuando era xikita, d mis antiguos amigs kuando vivia en Soria... de las trastadas q acia d niña (y no tan niña)...
la verdad esq hay cancions q traen la melancolia y los recuerdos, yo prefiero no acordarme, m duele haber dejado todo eso atrás y ver como m toka madurar, hacerm mayor, una persona responsable...
aunq xa mi sigo viviendo mi infancia tooooodos los días y soy feliz... (welta al tema d la felicidad)
gracias x escribirlo, d veras q escribs mu bn...
;) bssssssssssss
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