martes, 4 de marzo de 2008

De como Max Ruczick es hecho prisionero.

El relinchar de Centinel le despertó. Todavía era de noche, seguramente medianoche, así que decidió seguir durmiendo. Aunque habían recorrido una gran distancia no se sentía demasiado cansado, había ido cabalgando. Sin embargo estaba harto de cabalgar y, aunque acostumbrado a recorrer grandes distancias a lomos de su fiel corcel, le dolían las posaderas. Además las provisiones que habían cogido prestadas a una guarnición cerca de Enester se les habían acabado hacía ya dos días y habia tenido que alimentarse de raices que, aunque los sabios decían que son una fuente ilimitada de nutrientes, no eran precisamente del agrado de Max ya que lo único que le había decubierto a lo largo de los años era que sin duda alguna eran una fuente ilimitada de sabores asquerosos. Sin embargo a su caballo no parecía molestarle comerlas. -Normal, eres vegetariano- le decía a su caballo -yo en cambio necesito un buen filete para funcionar como es debido-.

El rugido de sus tripas no le dejaba dormir así que decidió levantarse. Ensilló a su caballo, preparó su mosquete, engrasó la vaina de su espada, se colgó el escudo a la espalda y empezaron su marcha. No montó en el caballo, prefirió a estar un poco mas descansado para montar (aunque sabía que ese instante no llegaría nunca). Miró al cielo en busca de orientación pero estaba demasiado cansado como para guiarse así que se limitó a andar sin rumbo y a hacer algo a lo que ya se había acostumbrado: hablar con su caballo.
- ¿Sabes que es lo bueno de la luna nueva? -
Centinel se limitó a mover la cabeza negándolo.
- ¿No lo sabes?, Pues muy simple: a los soldados de "su majestad" les da yuyu salir de noche a los bosques si no hay luna llena o al menos hay un poquito de luz. Van de duros pero en el fondo son unos miedosos. - Dijo con tono burlón y esbozando una sonrisa.

Habían andado cosa de una hora cuando divisó a lo alto un halcón. Hacía mucho que no veía ninguno. Volaba de forma elegante, nivelado y en circulos. De pronto subió muy alto en vertical y cuando parecía que ya no podía subir más se lanzó en picado. Tres segundos mas tardes se oyó un chillido de roedor y pasado un rato volvió a emprender su elegante vuelo.

-Esta de cacería- dijo -y a nosotros no nos vendría mal algo de carne. ¿No te parece?. ¿A que crees que sabrá la carne de halcón, Centinel?. Te apuesto un doblón a que sabe a pollo. Seguro que si, toda ave que se respete sabe a pollo.
Como norma general no solía usar su mosquete. El ruido llamaba mucho la atención y eso no le convenía. Sin embargo hacía días que no veía el pelo a un soldado por lo que decidió usarlo. Se apoyó en su rodilla derecha, armó el mosquete y apuntó. Estuvo apuntando durante largo rato. En la Academia le habían enseñado a tomarse su tiempo a la hora de disparar sobre todo si quería hacer blanco. Estaba listo. La elegante figura del halcón se asomaba por detrás de la mira. La idea de comer algo más que raices le entusiasmaba, casi le cegaba. Empezó a apretar el gatillo. De pronto, como si de un truco de magia se tratase, su mosquete salió volando enroscado en una boleadora. Le estaban atacando. Desprovisto de su mosquete, desenfundó su sable y se armó con su escudo. Su escudo a la izquierda, su sable a la derecha, estaba listo pero no veía un pimiento. De pronto oyó una especie de zumbido seguido de un pequeño brillo. Se cubrió con su escudo y una pequeña estrella de metal se clavó en el. Le estaban atacando y no sabía por donde venían. -¡Centinel!, ¡échame una mano!-. Como si estuviese poseido, el caballo salió raudo y se lanzó hacia unos matorrales. Acto seguido, Max distinguió una figura humana a la que Centinel se tomó la libertad de darle una fuerte coz. - ¡Te pille!- exclamó Max y se lanzó sobre el espada en mano. Pero otros dos hombres surgieron de entre la espesura cerrándole el paso. Armados hasta los dientes intentaron herir a Max, sin embargo la ligera armadura de este le permitía moverse con más facilidad que sus oponentes y consiguió hacer un par de tajos con un simple movimiento de muñeca. uno de ellos cayó malherido, sin embargo el otro se mantuvo de pie e intentó partirle la cabeza con su pesada espada. Max alzó el escudo para protegerse y en ese preciso instante otra boleadora le dió de lleno quedando atado su brazo derecho al cuerpo. La espada cayó sobre el escudo con una fuerza impresionante, pero Max no se rindió y antes de que pudieran asestarle otro golpe, golpeó la cara de su oponente con su escudo realizando un movimiento semicircular. Este último cayó al suelo aturdido, pero antes de que Max pudiese rematarlo, un jinete salió de la oscuridad y lo golpeó con una maza. Max se cubrió pero la fuerza del golpe no solo lo derribó sino que también lo desarmó por completo. Le dolía el brazo y el pecho a causa del golpe y una de las boleadoras le había roto una costilla. -¡Cogedle ahora panda de garrulos que no puede defenderse!- ordenó el jinete, y antes de que pudiese darse cuenta a Max ya le habían cogido y atado como a un fardo.

-Por lo que veo no sois soldados corrientes- dijo pausadamente Max. Le costaba hablar casi tanto como respirar -si lo fueseis estaríais bebiendo cerveza o cortejando, borrachos, a alguna doncella.
-Muy cierto- dijo el jinete mientras bajaba de su montura y se acercaba a Max-. Antes éramos soldados, pero descubrimos que se cobra más siendo mercenario. Por cierto, pensábamos que nos iba a costar más cogerte, pero realmente das pena- dijo soltando una fuerte carcajada.
-¿Quién os ha contratado?- preguntó Max.
-Las preguntas luego, si es que no estas muerto para entonces.
-Señor, el halcón es del otro que buscamos, no debe andar lejos- dijo uno de sus esbirros.
-Bien, nos ocuparemos de el luego.
- ¡Esta te la devuelvo!- rugió Max.
-No creo- y arreó a Max con una fuerte maza en la cabeza.

Cuando se despertó estaba en una celda. Le dolía la cabeza y tenía un chichón bastante feo en el lugar donde le arrearon.-Menos mal que llevaba el yelmo- se dijo. Le habían desarmado y habían colocado sus cosas en una larga mesa de madera a unos cuantos metros de el. Se sentía bastante ligero a la par que indefenso sin su coraza. Era ya de dia y a pesar de todo se sentía bastante descansado ya que, a pesar de que las camas de paja de los calabozos no son precisamente cómodas, eran mucho más cómodas que dormir al aire libre. De los gritos de los mercaderes y el ruido de la gente dedujo que se encontraba en una ciudad mas o menos grande. Probablemente en los calabozos del ayuntamiento. Un viejo con armadura se acercó a su celda y le leyó los cargos de los que se le acusaba y le avisó que la noche anterior se había decidido condenarle a muerte. Max tragó saliva. Otro soldado, bastante más joven que el anterior vino a traerle la comida, instante que aprovechó Max para escapar. En cuanto abrió la puerta de la celda, Max le dió una patada a la puerta derribando a su joven guardián y antes de que pudiese decir nada le pegó con el plato de arcilla en el que le traian la sopa dejándolo inconsciente. Se guardó algo de pan en un bolsillo y se apresuró a a coger sus cosas. El otro soldado oyó el barullo y fué corriendo, espada en mano, a ver que sucedia. Max cogió su mosquete, aún armado de la noche anterior y abrió fuego contra el viejo parándolo en seco. -Todavía haces honor a tu nombre- dijo dirigiéndose a su mosquete - Aunque con lo gruñón que era el tio seguro que no estaba casado-. Cambió su abollado yelmo por otro que encontró colgado de una pared y salió como un vendaval, armado con su sable, dando estocadas y tajos sin siquiera mirar si habían dado resultado. Salió por una puerta trasera que daba a una calle secundaria y se encontró con Centinel. Sin embargo no era el único con intención de llevárselo.

1 comentario:

Tesse dijo...

Capullo: querías comerte a mi pájaro... Así se te indigestara si lo llegaras a hacer..